Los náufragos de las tinieblas by William Hope Hodgson

Los náufragos de las tinieblas by William Hope Hodgson

autor:William Hope Hodgson [Hodgson, William Hope]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Terror
editor: ePubLibre
publicado: 1906-12-31T16:00:00+00:00


11

Las señales desde el barco

Tan pronto como fue día claro, nos acercamos todos al borde de la colina para contemplar el barco abandonado que, según teníamos ahora motivo para creer, no era tal, sino que estaba habitado. Pero aunque lo observamos durante más de dos horas, no logramos descubrir señales de ningún ser viviente. De haber estado más serenos, esto no nos habría extrañado, ya que la nave se encontraba muy encerrada en la gran maraña, pero ansiábamos ver a un congénere después de tanta soledad y terror en tierras y mares desconocidos, y por eso no podíamos contener la impaciencia, esperando a que los de a bordo de la nave se decidieran a revelarse ante nosotros.

Fue así que, por último, cansados de vigilar, acordamos gritar todos juntos cuando el contramaestre nos diera una señal, haciendo un ruido fuerte que el viento, según pensábamos, llevaría hasta el barco. Sin embargo, aunque gritamos muchas veces, haciendo un ruido que nos pareció muy grande, no hubo respuesta desde el barco, hasta que decidimos no llamar más y pensar en otro modo de atraer la atención de quienes se hallaban en él.

Hablamos un rato, proponiendo uno una cosa y otro otra, pero ninguna que pareciera adecuada. Después empezamos a extrañarnos de que la hoguera encendida por nosotros en el valle no les hubiera indicado que en la isla andaban otros seres humanos; de haber sido así, era lógico que hubieran montado guardia constantemente hasta llamar nuestra atención. Más aún: era apenas creíble que no hubieran encendido otra hoguera en respuesta, o puesto sobre la estructura alguna bandera para atraer nuestra mirada en cuanto la dirigiéramos hacia la nave. Pero lejos de eso, parecían incluso empeñados en evitar que los viéramos, pues la luz que habíamos divisado la noche anterior sugería más un accidente que una exhibición deliberada.

Poco después, fuimos a desayunar y comimos con voracidad, ya que la noche de vigilia nos había despertado mucho el apetito pero, a pesar de todo, tan absortos estábamos en el misterio de la nave que dudo de que alguno de nosotros supiera con qué clase de alimento nos llenábamos el estómago. Primero alguien exponía una opinión sobre el asunto, y una vez rebatida esta, se suscitaba otra, y algunos terminaron dudando de que el barco estuviera habitado por seres humanos, diciendo que podía estar ocupado por algún ser demoniaco de aquel gran continente de algas. Esta sugerencia produjo entre nosotros un silencio muy incómodo, ya que no solo enfrió nuestras esperanzas sino que pareció ofrecernos un nuevo terror cuando ya conocíamos demasiados. Entonces habló el contramaestre, riéndose de nuestros temores con jovial desdén, y señalando que era tan probable que la gran hoguera del valle hubiera asustado a los navíos como que hubieran visto en ella una señal de que había congéneres y amigos cerca. Porque, como él nos dijo, ninguno de nosotros sabía qué bestias feroces y demonios se ocultaban en el continente de algas, y si teníamos motivos para saber que allí había cosas



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